Palabras que llaman a la puerta del corazón: una pregunta
Hacer una pregunta edificante, capaz de suscitar una respuesta agradable, y prestar atención a esa respuesta es una expresión de interés y un acto de amor.
La invención del avión comenzó con la pregunta: “¿Por qué los seres humanos no pueden volar?”. Del mismo modo, las leyes de la herencia genética y la gravitación universal surgieron de preguntas simples pero profundas como por qué los guisantes verdes solo producen guisantes verdes y por qué una manzana siempre cae hacia abajo. Los grandes descubrimientos científicos se originan a partir de preguntas impulsadas por la curiosidad.
Incluso sin estos grandes ejemplos científicos, nuestra vida diaria está llena de preguntas. Desde pequeñas decisiones cotidianas como “¿qué como?”, “¿qué uso?”, “¿dónde puse mi teléfono?” o “¿qué ruta tiene menos tráfico?”, hasta preguntas que alteran más la vida como “¿qué carrera sigo?”, “¿debo casarme con esta persona?” o “¿cómo debo criar a mis hijos?”, la vida es un proceso continuo de preguntas y respuestas.
Las preguntas hacen más que satisfacer la curiosidad: juegan un papel crucial en la construcción de relaciones y el fomento de la comunicación. Cada conversación comienza con una pregunta, y el intercambio de preguntas y respuestas es la esencia de la comunicación. Una conversación sin preguntas se convierte en una afirmación unilateral en lugar de un diálogo significativo.
Hay un refrán coreano: “Se puede medir el agua a diez brazas de profundidad, pero el corazón humano ni una”. Sin embargo, hacer preguntas nos permite obtener una visión de los demás, que no solo proporciona la información necesaria, sino también sus pensamientos, y acortar las diferencias, abriendo caminos para una comprensión más profunda. En cierto modo, una pregunta es como tocar el corazón de alguien, es una invitación a sincerarse.
Los beneficios de hacer preguntas
Cuando se lucha por iniciar una conversación, nada funciona mejor que una simple pregunta. Diciendo: “Cariño, hoy está nublado. ¿Crees que debería llevar un paraguas? ¿Has revisado el pronóstico del tiempo?”, no solo recopila información, sino que también sirve para iniciar fácilmente una conversación.
Las preguntas ayudan a medir el estado de ánimo y la disposición de la otra persona para participar en la discusión, y también pueden afectar la cantidad y calidad de la conversación. Al hacer preguntas de seguimiento y responder a las interrogantes, un intercambio simple puede convertirse en una conversación significativa y duradera.
Las personas disfrutan expresando sus pensamientos y experiencias, buscando ser escuchadas y comprendidas. La escucha genuina valida su sentido de reconocimiento. Así como la curiosidad despierta el interés en involucrar temas, hacer preguntas demuestra un sincero respeto por los demás. Es natural sentirse cómodo y construir confianza con quienes muestran un interés gen uino.
Las preguntas también pueden ayudar a prevenir conflictos. Cuando se encuentra con un comportamiento inesperado o frustrante, es crucial preguntar antes de reaccionar. En lugar de hacer suposiciones o molestarse, primero busque entender su perspectiva: ¿Por qué se comportaron así? ¿Qué factores influyeron en su decisión? Obtener una visión del contexto detrás de sus acciones puede fomentar la comprensión y ayudar a evitar argumentos innecesarios.
Un documental realizó una vez un experimento con niños del jardín de infantes, dividiéndolos en tres grupos durante el juego. Al primer grupo se le dio una instrucción directa: “Jueguen solo con bloques de madera”. Al segundo grupo se le animó: “Sería genial comenzar con los bloques de madera. ¿Qué les parece?”. Al tercer grupo simplemente se le preguntó: “¿Con qué les gustaría jugar?” y se le permitió elegir libremente.
Después de veinte minutos, cuando la maestra les permitió cambiar de actividad, los dos primeros grupos rápidamente pasaron a algo nuevo. Sin embargo, los niños del tercer grupo, que habían hecho su propia elección, continuaron jugando durante mucho más tiempo.
Las preguntas permiten una comunicación abierta y libre. En lugar de dar instrucciones unilaterales, participar en un proceso de preguntar y responder permite a los individuos tomar sus propias decisiones, fomentando una motivación más fuerte y un mayor sentido de responsabilidad. Actuar voluntaria y proactivamente aumenta su sentido de realización y disfrute, aumentando en última instancia la probabilidad de lograr resultados positivos.
Las buenas preguntas conducen a buenas respuestas
Cuando se les hace una pregunta, los niños a veces responden desdeñosamente con “sí”, “no” o “no lo sé”. Sin embargo, esto a menudo refleja un problema con la pregunta en sí en lugar de la respuesta. Si la respuesta es insatisfactoria, vale la pena considerar cómo se formuló la pregunta, porque la manera de formularla influye directamente en la respuesta obtenida. En resumen, las buenas preguntas conducen a buenas respuestas.
Las buenas preguntas hacen que las conversaciones fluyan, mientras que las preguntas inadecuadas pueden hacer que la conversación se detenga y cerrar el corazón de la otra persona. Preguntas como: “¿Por qué siempre llegas tarde a casa?”, “¿No te dije que no hicieras eso?”, “Ese método es erróneo, ¿no lo crees?” suelen sonar acusatorias, exigir responsabilidad o presionar al oyente para dar una respuesta predeterminada. Como resultado, no se puede conocer el verdadero sentir del otro.
Entonces, ¿qué es una buena pregunta? Es aquella que genera emociones positivas en el otro y lo invita a responder con gusto. Si el objetivo es simplemente confirmar hechos, como: “¿Terminaste tu tarea?” o “¿Comiste?”, bastan las preguntas cortas del tipo sí/no. Sin embargo, si quiere construir una relación más cercana alentando a alguien a compartir sus pensamientos y sentimientos, las preguntas abiertas funcionan mejor. Hacer preguntas sobre los intereses o habilidades del otro, o pedirle consejo u opinión mejora su estado de ánimo y refuerza su confianza.
Llamar a la puerta antes de entrar en la habitación de alguien es un acto de consideración, pero según cómo se haga, puede resultar molesto. Golpear la puerta con fuerza es más una amenaza que un simple aviso; de la misma manera, una pregunta sin consideración por el otro puede sonar como un interrogatorio. Aunque una pregunta se haga por verdadera curiosidad, si el tono de voz, la expresión facial, los gestos o la manera de expresarla no reflejan esa intención, el otro podría interpretarla como un reproche.
Antes de plantear una pregunta abruptamente, es educado pedir permiso, como: “¿Puedo preguntarte algo?” o “¿Tienes un momento para hablar?”. Además, en algunos casos, es importante expresar primero la intención de la pregunta para evitar que el otro se pregunte: “¿Por qué me está preguntando esto?”. En lugar de simplemente preguntar: “¿Qué vas a hacer este fin de semana?”, si dice: “Estaba pensando en ir al parque este fin de semana, ¿te gustaría acompañarme?”, el otro entenderá mejor la intención de la pregunta y le será más fácil responder.
Reformular las preguntas hirientes y convertirlas en cordiales
Para un niño reacio a ir a la escuela:
“¿Por qué no quieres ir a la escuela?” → “¿Qué hace que no quieras ir a la escuela?”
Para alguien con difi cultad para realizar una tarea:
“¿Por qué no puedes hacer algo tan simple?” → “¿Cómo crees que puedes mejorar la próxima vez?”
Para un miembro de la familia que llegó tarde a casa:
“¿Qué horas son estas de llegar? ¿Por qué llegas tan tarde?” → “Estaba preocupado por ti. ¿Qué ocurrió?”
Cuando alguien parece molesto:
“¿Qué te pasa?” → “¿Te gustaría hablar de lo que te molesta?”
“¿Hiciste lo que te pedí o no?” → “¿Cómo te fue con lo que te encargué?”
Cuando alguien se encuentra con una situación difícil:
“¿Realmente crees que puedes manejar esto solo?” → “¿Cómo puedo apoyarte?”
Preguntar para escuchar, no para hablar
Si tiene un mensaje que quiere transmitir y una fuerte intención de lograr un objetivo a través de la pregunta, es fácil adoptar una actitud unilateral. Esto puede hacer que el otro se ponga a la defensiva, difi cultando alcanzar el resultado deseado.
El propósito de una pregunta es incitar a la otra persona a refl exionar y escuchar el resultado de su pensamiento. En otras palabras, el interlocutor debe estar realmente dispuesto a escuchar con una mente abierta. Hacer una pregunta y luego interrumpir la respuesta para hablar de lo que uno quiere, no escuchar atentamente, lanzar preguntas sin contexto o cambiar de tema sin reaccionar a la respuesta puede hacer que el otro se sienta ignorado.
Para ser un buen oyente, debe mantener la mente relajada y abierta. Si pregunta con la intención de obtener una respuesta específi ca, pensando: “Esto es lo correcto” o “La respuesta ya está decidida, solo dime lo que quiero escuchar”, terminará juzgando la respuesta del otro. Para escuchar sinceramente la respuesta del otro, es importante adoptar una actitud de empatía, pensando: “Podría estar equivocado”, “Hay algo que puedo aprender de ellos” y “Quiero entenderlos mejor y saber más sobre ellos”. Cuando abre su corazón y escucha con interés y respeto genuinos, puede hacer preguntas refl exivas en los momentos correctos, logrando una conversación más atractiva y signifi cativa.
Aunque la respuesta del otro no cumpla sus expectativas, es mejor dar una retroalimentación positiva. En lugar de juzgar o criticar: “¡Tú eres así!”, es necesario adoptar una actitud de aceptación, diciendo: “Oh, es una perspectiva interesante”. Si va a rechazar una respuesta solo porque es diferente a su opinión, es mejor no hacer la pregunta desde el principio.
Al hacer una pregunta, es importante crear un ambiente seguro donde las personas se sientan seguras al expresarse. Si alguien piensa: “No tiene sentido decir lo que realmente pienso”, o “¿Responder de esta manera causará un problema?”, puede contener sus verdaderos pensamientos y dar solo respuestas a nivel superfi cial. Quien responde debe sentir la seguridad de que cualquier respuesta será aceptada para poder expresarse libremente, y quien pregunta podrá así obtener una respuesta sincera.
La psicóloga Marilee Adams, en su libro, afi rmó: “Nuestras preguntas dan forma a nuestros pensamientos, lo cual a su vez infl uye en nuestras mentalidades y acciones. Las preguntas positivas y constructivas son conductoras de resultados más efectivos y positivos”.
Cuando hacemos preguntas llenas de interés, como: “¿Qué te hace tan feliz hoy?”, “Papá, ¿cuál era su mayor sueño cuando era joven?” o “¿Qué clase disfrutas más?”, y escuchamos atentamente las respuestas con una reacción positiva, el amor se transmite sin necesidad de decir “te amo” y el ánimo se fortalece sin necesidad de decir “ánimo”. Si llama suavemente a la puerta, el corazón se abre, y por esa puerta abierta fl uye una cálida