Las cámaras y el ojo humano


Las cámaras se comparan a menudo con el ojo humano. En efecto, a veces se dice que el diseño de las cámaras es una imitación del ojo humano, cuyas estructuras comparten notables similitudes.

En el ojo humano, la luz entra por la pupila, atraviesa el cristalino y llega a la retina, donde se forma una imagen que se transmite al cerebro a través del nervio óptico para su procesamiento. Del mismo modo, en una cámara, la luz pasa a través del objetivo y es captada por una película o un sensor de imagen, donde se registra en forma de datos. La lente de una cámara funciona de forma muy parecida al cristalino del ojo, mientras que la película o el sensor se corresponden con la retina. Así como el iris controla la cantidad de luz entrante en el ojo, el diafragma de una cámara cumple la misma función.

Con los avances tecnológicos, se han desarrollado cámaras de ultra alta definición, capaces de detectar la luz ultravioleta e infrarroja o de captar la inmensidad del espacio exterior. Sin embargo, por más sofisticada que sea una cámara, no puede igualar la capacidad del ojo humano para percibir objetos en tres dimensiones y ajustarse automáticamente a las condiciones cambiantes. Además, el rostro humano está dotado de órganos sensoriales para el oído, el olfato y el gusto, factores enriquecedores de la percepción visual imposibles de reproducir con una cámara. Sobre todo, el ojo humano posee una capacidad única para reinterpretar la información visual a través de la lente de la emoción, lo cual nos permite percibir el mundo de una forma a menudo más bella que la propia realidad.
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