
Las lágrimas están compuestas de 98,5 % de agua, junto con pequeñas cantidades de proteínas, sales, minerales y lípidos.
Hay tres tipos de lágrimas. Las primeras son las lágrimas basales, que fluyen cada pocos segundos mientras parpadeamos. Estas lágrimas mantienen los ojos húmedos y actúan como un escudo contra los virus. En promedio, segregamos alrededor de un gramo de estas lágrimas diariamente. El segundo tipo son las lágrimas reflejas, desencadenadas por estímulos físicos como polvo, viento, fragancias fuertes o humo. Su función es diluir y lavar los irritantes, protegiendo los ojos.
Por último, están las lágrimas emocionales, que fluyen en respuesta a sentimientos como la alegría, la tristeza, la emoción profunda o la gratitud. A diferencia de los dos tipos anteriores, estas lágrimas son controladas por el cerebro. Las emociones intensas desencadenan reacciones químicas en la corteza prefrontal, activando el sistema nervioso parasimpático e induciendo a segregar lágrimas. Ayudan a estabilizar y sanar la mente y el cuerpo eliminando las catecolaminas, hormonas del estrés que, si se acumulan, pueden conducir a varios problemas de salud. Por esta razón, algunos médicos se refieren a las lágrimas como la quimioterapia natural de Dios.
En Japón, incluso se han formado reuniones donde la gente se reúne para compartir conversaciones, ver vídeos tristes y llorar colectivamente. Cuando las emociones alcanzan su punto máximo y las palabras fallan, las lágrimas toman su lugar. Por esa razón, las lágrimas derramadas por los demás son más hermosas en comparación con cualquier joya.
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