El niño y su padre


Un niño fue a juicio por un crimen que había cometido. Su tutor, su padre, estaba presente en la corte. Pero, a diferencia de otros tutores, el comportamiento del padre era sorprendentemente distante. Actuaba como si el mal comportamiento de su hijo no tuviera nada que ver con él, como si ya se hubiera dado por vencido.

Al notar esto, el juez llamó al niño, lo hizo arrodillarse ante su padre y le dijo:

—Dile diez veces “te amo” a tu padre. Empieza.

El niño parecía completamente desconcertado. Sus labios no se movían. Al permanecer en silencio, el juez le advirtió severamente que su negativa a cooperar podría afectar la sentencia. Después de una larga y tensa pausa, el niño finalmente abrió la boca.

—Te amo, te amo, te amo...

Mientras el niño repetía esas palabras, el padre, quien había permanecido frío e inmóvil durante todo el juicio, empezó a estremecerse. Y en el momento en que pronunció el décimo “te amo”, envolvió a su hijo con sus brazos y susurró:

—Lo siento.
—Yo también lo siento —respondió el niño, entre lágrimas—, me equivoqué.

Cuando salieron de la sala del tribunal, sus rostros estaban llenos de lágrimas y se tomaron de las manos con fuerza. Las palabras “te amo” pueden derretir aun los corazones más duros. Nada es más fuerte que el poder de la calidez y la ternura.
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