
Un anciano residente en el campo partió hacia la ciudad para cambiar su única posesión, un caballo, por otro bien. Primero, cambió el caballo por una vaca. Después, cambió la vaca por una oveja, luego la oveja por un ganso, el ganso por una gallina y, fi nalmente, la gallina por un saco de manzanas podridas. En una posada, dos hombres oyeron por casualidad al anciano relatar sus intercambios. Divertidos, hicieron una apuesta: le darían cien libras de oro si su esposa no se enfadaba al enterarse de lo que había hecho. Juntos, fueron a la casa del anciano. Mientras le contaba la historia a su esposa, ella sonreía y respondía con alegría a cada paso:
—¡Bien hecho! ¡Eso está aún mejor! ¡Qué negocio tan inteligente!
Y cuando fi nalmente reveló que solo le quedaba un saco de manzanas podridas, ella se iluminó y exclamó:
—De todas formas, necesitaba manzanas.
Cumpliendo su palabra, los dos hombres le entregaron las cien libras de oro.
Esta historia está basada en el cuento de hadas de Hans Christian Andersen, El viejo siempre tiene la razón. Un esposo humilde y satisfecho, y una esposa dispuesta a ofrecerle su apoyo incondicional: sin duda, un hogar con una pareja así siempre estaría lleno de paz y felicidad.
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