Cuando llueve

Llueve a cántaros. Salir a la calle en un día así me dejaría empapada de pies a cabeza, pero aun así, me encantan los días de lluvia. Mientras reflexionaba sobre ello, mis recuerdos se remontaron a mi infancia, a la época de la escuela primaria.

Mis padres eran agricultores. Mucho antes de la salida del sol, nos preparaban tranquilamente el desayuno antes de salir al campo al amanecer. Una mañana, me apresuré a comer y salí corriendo hacia la escuela, sin fijarme bien en el cielo. Sin embargo, cuando terminaron las clases, el cielo se había abierto, desatando un aguacero torrencial. Por aquel entonces, no existían los teléfonos móviles. Aunque hubiera podido localizar a mis padres, estaban demasiado ocupados para ir a buscarme con un paraguas. Me quedé en la entrada de la escuela, esperando que la lluvia amainara, pero como no daba señales de detenerse, decidí meterme en ella. A cada paso, la lluvia empapaba mi ropa, mi mochila e incluso mis libros, hasta dejarme sin una sola prenda seca. Y, sin embargo, por extraño que parezca, me divertía blandiendo un palo como si fuera una espada, atravesando charcos, persiguiendo ranas y rozando la hierba empapada por la lluvia.

Cuando llegué a casa, empapada, mamá me recibió con alivio y se apresuró a darme una toalla y ropa limpia. Pronto noté que ella también estaba empapada; seguramente acababa de volver del campo. Mientras me secaba y me cambiaba, el rico aroma del aceite chisporroteando llenó el aire: mamá estaba haciendo buchimgae (tortitas coreanas saladas). Después de saborear cada bocado crujiente, apoyé la cabeza en su regazo y me dormí plácidamente.

Cuando llovía mucho por la mañana, podía desayunar con mis padres. Pero lo más preciado para mí era saber que mamá me estaría esperando con los brazos abiertos cuando llegara a casa de la escuela. Por eso me encantaban los días de lluvia.

Incluso ahora, de adulta, me siguen encantando. Aunque ya no puedo volver al reconfortante abrazo de mi madre, los recuerdos de mi infancia caen con las gotas de lluvia, se filtran suavemente en mi corazón y lo llenan de calidez.
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