Cerrando la válvula del gas

Mi esposa a menudo se olvida de cerrar la válvula del gas en la pared después de usar la estufa, un pequeño hábito de seguridad que tratamos de mantener en nuestro hogar. Incluso después de unos cuantos recordatorios, nada cambió. Entonces escribí una pequeña nota: “Por favor, verifi ca la válvula del gas después de usarlo”, y la pegué justo debajo de la válvula.

Al día siguiente, acababa de terminar un plato de sopa instantánea y estaba descansando en el sofá, cuando mi esposa me llamó desde la cocina.

—¡Cariño! ¡Olvidaste cerrar la válvula del gas!

Resultó que yo también lo había olvidado.

—Hasta los monos caen de los árboles —dije, intentando parecer indiferente. Pero no pude evitar soltar una carcajada. Allí estaba yo, siempre presto a señalar sus errores, pero perdonando los míos. Me sentí un poco avergonzado. Ese día,hice una promesa discreta: en lugar de regañarla, intentaría comprenderla, como si fuéramos un solo cuerpo.

Pasaron los meses, y ella seguía olvidándolo de vez en cuando. En una ocasión, me di cuenta y la cerré sin decir nada. Pero a la mañana siguiente, después del desayuno, volví a encontrarla abierta. Olvidando mi promesa, levanté la voz.

—¿Podrías acordarte de cerrar la válvula del gas?

Me sentí frustrado.

—¿Cómo algo tan insignifi cante puede ser tan difícil de solucionar? —pensé.

Y me pregunté cómo podía ayudarla a recordarlo. De repente, me vino a la mente el desayuno que había preparado con esmero esa mañana.

—Está muy concentrada en cocinar con cuidado, y es fácil pasar por alto algo como la válvula.

Ante ese pensamiento, la gratitud reemplazó mi frustración, y toda mi irritación se desvaneció silenciosamente.

¿No es así el matrimonio? Dos personas supliendo las carencias de la otra con paciencia y amor.

A partir de ahora, ya no me oirá decir: “Por favor, acuérdate de cerrar la válvula del gas”. Si se queda abierta, simplemente la cerraré, en silencio y con cuidado.
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