
Un emisario visitó un reino vecino bajo la apariencia de amistad, trayendo dos caballos como regalo. Sin embargo, su verdadera intención era probar la sabiduría del reino y subyugarlo.
Presentando los caballos al rey, el emisario planteó un desafío:
—¿Puede decir cuál de estos caballos es la madre y cuál es el potro?
Los dos caballos eran casi idénticos en tamaño y apariencia. El rey y su corte se pusieron ansiosos, pues no responder correctamente pondría en juego el honor del reino. Esa noche, el ministro más cercano al rey regresó a casa agobiado por la preocupación. Al ver su angustia, su madre lo tranquilizó:
—Deja a los caballos sin alimentar por un día, luego ofréceles papilla. Uno comerá codiciosamente, mientras que el otro esperará y solo comerá lo que quede. La que espera es la madre.
El ministro siguió su consejo e identificó correctamente a la yegua madre. Asombrado por esta sabiduría, el emisario se fue admirado y nunca más volvió a menospreciar el reino.
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